Verónica Valencia Gómez/QUBITS
A finales del siglo pasado, es decir a finales de la década de los 90’s había una fiebre en el mundo por tener o crear una empresa «.com», se decía que era mucho más fácil tener una empresa virtual que una empresa de bricks (ladrillos).
Por aquellos tiempos se vivía en un ambiente de exuberancia y entusiasmo, y bastaba tener sólo una idea de negocio, crear una página web, buscar un inversionista para empezar a cotizar en la bolsa. Así la burbuja «.com» fue creciendo hasta llegar a los 5.048 puntos en el Nasdaq (National Association of Securities Dealers Automated Quotation), índice donde cotizan las empresas de tecnología, electrónica, informática, telecomunicaciones y biotecnología, entre otras.
Y es que el nivel de especulación era tan alto, que bastaba con tener una «e» (electrónico) al inicio y un prefijo .com al final para que ese negocio tuviera un alto valor, pero poco a poco los inversionistas se dieron cuenta que las acciones de las empresas tecnológicas estaban demasiado caras con relación a sus ganancias, y el tiempo de recuperación de la inversión era muy largo.
Todo eso provocó el desplome del mercado y con ello el cierre de empresas, billones de dólares evaporados, inversionistas arruinados y por supuesto miles de desempleados.
Por dos años, el Nasdaq cayó de forma continua y tuvo un descenso de un 78 por ciento. El índice recuperó su máximo del año 2000, quince años después.
En aquella época los analistas decían que la nueva economía no eran tan distinta a los procesos de la vieja economía y que era necesario que el dinero invertido en las «.com» se recuperara en un plazo razonable y que los modelos de negocios basados en el B2C (business to Consumer) , B2B (Business to Business) subestimaron la complejidad de los costos de logística y distribución, y los procesos que todo eso con lleva. Su premisa era: Ofrecer servicios gratuitos porque en el mundo del internet todo es gratis.
Para el buen funcionamiento de un negocio, ya sea».com» o de bricks (ladrillos), es necesario que se tenga una estrategia de negocio, una arquitectura tecnológica, hardware, software y servicios, y por supuesto una estrategia integrada que incluya tecnología y modelo de negocios. Eso además de tener una estructura empresarial básica que incluya Tecnología, Recursos Humanos, Procesos y organización.
Durante el sexenio de Vicente Fox se impulsó el apoyo a los changarros, y aunque para muchos era muy peyorativo el concepto, el ex presidente aseguraba que “No hay proyecto que exija más esfuerzo, desvelos, trabajo y dedicación que crear y mantener un changarro”.
Como consultora en mercadotecnia y comunicación, sobre todo en la micro y pequeña empresa, me he dado cuenta que las palabras: empresa, negocio o changarro tienen un gran peso en la forma en la que los dueños perciben y manejan sus propios negocios, la mayoría conoce o sabe lo que facturan, pero no saben lo que están vendiendo… y de eso hablaremos la próxima vez.
VERÓNICA VALENCIA GÓMEZ es divulgadora y consultora de comunicación y mercadotecnia en Vaes Comunicación. Es periodista especializada en Tecnologías de la Información, cuenta con una maestría en marketing digital y certificación como instructora capacitadora on line y offline.