El autor presentará esta obra de cuatro etapas distintas de su vida, con todo y su educación sentimental, que traerá este 29 de septiembre, a las 12:00, en la FIL Monterrey.
Israel Morales/Monterrey
Conocer el mar, hacer amigos, enamorarse del amor, de la poesía, del cine y de la comida; seguir creciendo y descubrir el dolor, el deseo de venganza, pero también el miedo de ver cómo todo puede acabar en un instante; aprender a encontrar la belleza en los objetos más cotidianos o a experimentar las aventuras más extraordinarias; todo eso y más, durante el verano, así es como lo plasma Benito Taibo en su novela “Cuatro veranos” (Planeta), que presentará este 29 de septiembre, a las 12:00, en la FIL Monterrey.
“Esta obra nace de una certeza. Yo estoy convencido de que todo mundo merece tener una novela en su vida, merece no solo tenerla para leerla, sino escribir la novela de su vida, porque todos tenemos cosas que contar. A partir de ahí me atrevo a hacer esta autoficción con cuatro veranos importantísimos en mi vida”, menciona.
La novela empieza con el verano de 1976 cuando tenía 16 años, “y me voy a viajar solo a La Paz, Baja California Sur durante dos o tres meses de ese verano maravilloso en el que descubrí un montón de cosas, vi por primera vez una ballena a la distancia, aprendí a pescar jaibas, fui al cine por primera vez con una chica”.
Su siguiente verano es del 77, cuando se fue a Estados Unidos, un verano largo que pasó con Ángeles González, un “grandísimo poeta español de la generación de los cincuenta, íntimo amigo de mis padres para disque perfeccionar mi inglés y no hablé una palabra de inglés”, comenta el autor.
Taibo comenta que el siguiente verano lo pasó en España, y el último verano es el de 2020, que pasó en plena pandemia, y es así cómo “encerrados en nuestras casas me pongo a escribir y a recordar, y a intentar que las letras me salven una vez más la vida”.
Cada verano fue diferente y especial, el punto de partida para el ejercicio de memoria:
“Pero bueno fui haciendo este ejercicio que no de nostalgia y sí de memoria, porque no tengo nostalgia, más bien lo recuerdo con enorme cariño, pero repetiría todos y cada uno de los veranos que he vivido en mi vida y todos fueron determinantes y me hicieron ser quien soy. Veranos muchos, suaves, de muchos amigos, mucho reventón y de muchos libros, muchas películas, mucha música. Yo creo que todo eso fue importantísimo para lo que llamo mi educación sentimental.
“Entonces mi educación sentimental está hecha a base de veranos, lo hice con enorme cariño, con enorme gusto, y sobre todo para demostrarles a los chavos que todos merecemos tener una novela en nuestra vida, que insisto mucho en eso, insisto en que uno puede arder como una flama durante cinco minutos en que sucede algo distinto en tu vida cotidiana, y es el principio de esa novela que tendrás, por favor hay que escribir o por lo menos tenerla en la cabeza para contarla luego a tus hijos”.
Y sobre el método de trabajo, señala, nació de la curiosidad:
“La verdad es que soy muy curioso, el sistema que usé fue el de que me puse a escribir y a recordar, y no a recordar y escribir, o sea iba escribiendo, iba recordando y conforme iba recordando había pedazos que estaban nebulosos, entonces tuve que llamar a amigos para que me recordaran cómo se llamaba ese cine de La Paz Baja California, cómo se llamaba ese refresco que solamente era tomado ahí en La Paz, etcétera, pero bueno fui haciendo este ejercicio que no de nostalgia y sí de memoria”, finalizó.
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