Una obra con pinceladas marinas

Alejandra Gámez lleva por distintos pasajes acuáticos esa relación que el ser guarda con ese universo inexplorado entre intempestivos coloridos de forma y fondo.

Israel Morales/Monterrey

El mar es tan inexplorable como una canción de King Crimson. Y cuando se hace no podía ser de otra manera que quedarse sumergido en las abstracciones que depara, porque si algo tienen las historias que crea a partir del azul que impera es que detrás viene una gama de colorida simbología.

Historias del mar (Océano), de Alejandra Gámez, parte de la exploración de sonidos y la descarga de imágenes que traen consigo para hundirse en la marea conceptual, como en “Dos sirenas”, y es que un mar sin estos seres es como no encontrarle el sentido a las aguas profundas. El encuentro es extraño entre dos sirenas que tienen cosas en común: en ambas, parte de su cuerpo es esqueleto. Pero como todo, el lado oscuro se encuentra en los peces negros, de los que huyen; aunque basta salir a la deriva para encontrar un reducto de transformación.

En esta obra gráfica, las olas llegan hasta la vida cotidiana, pues aquel ser amado las llevó a casa. “Lo que nos queda” es una muestra de trazos evocativos y centrados en el afecto de una criatura acuática que regresa para reclamar su lugar en la familia.

Se detiene en una breve tira con una sirena que llora peces hasta poblar los mares, para dar paso a “Corales”, mediante el profundo carmesí de arrecifes y peces que agitan el alma de la protagonista, desde la habitación de su casa, la calle o en el sitio menos imaginado. Deja atrás pareja, vida, ciudad, y sus emociones son arrolladas por un torrente que se dice un día lo cubrirá todo.

“Deseo marino” se pasea por la mitología y las reflexiones de lo mal que le cae al mundo lo raro. La niña protagonista de esta historia tiene el pelo blanco y no concuerda con aquellos que más que arroparla en la tormenta de inquietudes, la marginan para que vuelva al lugar del que proviene. Ella es especial, alguien que también se transmuta.

En “Los gritos de las estrellas”, una chica que lleva una relación extraordinaria con su abuela halla respuestas en los océanos que están conectadas con en el espacio exterior. Así se mueve el universo personal: de hermandad, de genealogías, de desconcierto ante el futuro.

 “Soñando con sirenas”, “Nube” y “Pupila” recargan el trazo breve y con el cromatismo de pintar los relatos entre fantasía y cotidianidad, que va de las sueños con sirenas hasta quienes emigran al cielo para redondear un ciclo o quienes se anidan en las lágrimas para no detener el llanto: una sirena está en el lugar menos esperado.

En este mundo se encuentran las respuestas elocuentes, como “Bajo el mar congelado” con cuestiones a que algo se derrite en un extremo, pero también en el fondo del alma de un joven que no puede dormir.

Quién no quisiera perderse alguna vez como aquel buzo inerte en el fondo del mar que tan bien capta la autora en “Mi lugar”, “un lugar que jamás ha sido habitado por el hombre” (pág. 108). “El mar es un terreno joven en ese sentido, probablemente lo sea siempre, y a la vez es el territorio más viejo del planeta” (pág. 109), lo dice quien desprende un cristalino ser que extiende su relación con el fascinante lugar que entraña nostalgia.

Estas historias gráficas de Alejandra Gámez cierran con una tira llamada “Al callar”, con imágenes que se desbordan entre sonidos que atrapan. Un coral que se transforma y desea emitir su canto al escuchar el sonido de las aves. Esa musicalidad que detona en los secretos que el mar aún guarda entre coloridos de forma y fondo.