José Javier Villarreal lleva a la poesía “Una señal del cielo”

Algo de color local, nostalgia, sueños, vivencias, es lo que propone el autor en su libro, editado por Mantis y Conarte

Israel Morales/Monterrey

José Javier Villarreal da “Una señal del cielo”, (Mantis Editores-Conarte) que se podría decir es una poesía distinta a la que acostumbra. Hay más color local, hay nostalgia, hay sueños, hay vivencias. Está la memoria, desde la niñez, con la familia, a lo que se atiende desde distintas miradas.

Por supuesto está la mirada del poeta, como el que se hace pasar por otro, un danés, o el que se define como triste, “Mi tristeza es tímida y no se va con cualquiera”. Está la que se da con la necesidad de ver el cielo, algo que se distinga, “y no señale”.

Esta la mirada que ubica en espacio: “Lo primero, ubicar la geografía: la carretera a Miguel Alemán”; la “poesía de paisaje” de José Javier Villarreal:

Pasas el aeropuerto, Pesquería y la Ladrillera Mecanizada.

Estás en un paisaje que va mudando, los colores

son los mismos,

las mismas flores. A la derecha, los parques industriales;

a la izquierda, un cementerio.

Las flores se repiten

a lo largo del trayecto. El cielo azul, las lomas,

los autos en sentido contrario.

Ubicar la geografía es importante, permite darle un sitio

a los recuerdos, a cierta música y a los monólogos

que a veces no sólo se piensan, sino que incluso se llegan

a pronunciar.

La poesía de paisaje tiende a vistas espectaculares,

a grandes montañas, escarpados perfiles, ríos

que bajan por cañadas que admiramos desde el auto

al cruzar puentes donde el acotamiento se estrecha.

No todas las carreteras poseen estos paisajes,

y no todas las historias merecen mucho la pena.

Pero la carretera está ahí con sus flores;

a veces son muchas, otras, cuesta trabajo distinguirlas

en lo árido del paisaje.

 (pág. 53)

Hay objetos, sueños, “montañas que suben al cielo”, están las imágenes que se captan y se le da el matiz de que en poesía caben el asombro, como en “Una noticia de divulgación”, que parte de la fotografía de un calamar en un museo, y todo lo que se aprecia de un animal que vive en lo más profundo del océano, donde “las aguas son oscuras y frías”.

Destaca los manantiales, breves e hilvanados a “Mi ciudad no figuraba en los mapas”, loas entre ciudad y geografías, además de los apuntes de la traducción, para decir quién no es, como Lucian Blaga, en una tarde de tantas en Monterrey.

 

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